«Leer un cuento en una clase de educación infantil, donde casualmente se encuentra tu hij@, es un privilegio accesible para tod@s los padres y madres y creo que no te lo puedes perder.
Al principio crees que vas a ser el protagonista, ya que te ceden un trono a tu medida en medio de clase, pero al minuto te das cuenta que eres un actor secundario entre los príncipes y las princesas que allí se congregan, atentos a cualquier movimiento que hagas, a cualquier comentario que realices. Todo es expectación, ilusión, sonrisas, interés por saber acerca de la historia que les cuentas, lo de menos es el contenido, lo importante es que ellos quieren conocer los detalles, hacer preguntas, contarte sus inquietudes…
¡ Y vaya sorpresa! Vas pensando que les vas a alegrar la tarde y eres tú el que se lleva el premio.
Pero hay un par de inconvenientes: cuando te quieres dar cuenta, ese momento mágico ya se ha acabado y además a ti no te dan de merendar…
Conclusión: Espero tripitir, porque se me ha olvidado comentar que es la segunda vez que tengo este privilegio, y no hay dos sin tres».
Alfredo. Papá de Adriana.